domingo, 11 de marzo de 2012

La Concha del peregrino Símbolo e historia






 En el óvalo de esmalte 
 rectas sutiles, primores 
 de geometría en gracia, 
 la solución le dibujan, 
 sin error, a aquel problema 
 propuesto 
en lo más hondo del mar…’

Pedro Salinas

Uno de los ocho emblemas de la buena suerte del budismo chino, utilizado en las alegorías de la realeza y como signo de viaje próspero.

Este sentido favorable procede de hallarse la concha asociada a las aguas, como fuente de fertilidad. Las conchas según Eliade, tienen relación con la luna y con la mujer. El simbolismo de la perla está íntimamente emparentado con el de la concha.


El mito del nacimiento de Afrodita de una concha tiene una evidente conexión.
Para Sheneider, la concha es un símbolo místico de la prosperidad de una generación a base de la muerte de la generación precedente.

Con toda probabilidad, su sentido favorable relacionado con el agua es, como en el caso del pozo y de la botella, por una consecuencia obvia de la necesidad que el caminante y el peregrino sienten del agua, lo que explica su significado en las alegorías medievales.

El otro símbolo exclusivo del culto jacobeo es la concha. Y, de igual forma, que hubo azabacheros para las higas, habrá concheros para fabricar y vender manoseadas, tenaces e indispensables vieiras de peregrino.

 Las dos corporaciones, de estatutos y personalidad muy parecidos, terminarán fundiéndose a mediados del siglo XIV.


 Sorprende esta decisión en organismos que hasta entonces se habían mostrado hiperestésicamente celosos de la propia independencia. ¿Agrupaban, quizás, a gentes de la misma cuerda?
No parece imposible.

 Si la higa era mágica y sexual, sexual y mágica era la concha. Ambos objetos responden a filiación pagana. En latín, venerea viene de Venus, diosa de la fecundidad y patrona de los cabos, de los promontorios marinos, de los navegantes… 



Es la Cariño de los gallegos viejos, el numen femenino de Bares, del Ortegal, del Finisterre, de Muxía, de la última playa pisada por los mortales, del primer litoral encontrado por los sabios que escaparon al diluvio. 
Gran sacerdotisa del océano, manceba de Hércules, refugio de náufragos con chica en el caletre.

Y esa concha Veneriae dará en gallego vieira, que a muchos les parecerá propio de las vías, de caminos, del Camino, y que en castellano dejará un derivado popular -vera, fonéticamente orientado nada menos que hacia la verdad- y una voz culta: venera, que parece indicativo o imperativo de venerar.
 No me gusta hacer malabarismos con las palabras, pero ésta se las trae. Dueña de un significado muy concreto, apunta contemporáneamente a encrucijadas semánticas que parecen hechas a medida del Apóstol.

 Verdad, Venus, vía, venerar: he aquí las retaguardias conceptuales atrincheradas en el símbolo.

La concha, por si fuera poco, simula una mano extendida y, en cuanto tal, fue amuleto corriente por todo el orbe pagano. 



Higa, puño cerrado, sexo de mujer. Vieira: dedos abiertos, emblema del amor carnal. ¿Cómo no hilar convergencias?

Hay otra. En la Vida Nueva, Dante llama palmeros a los visitantes de Jerusalén, romeros a los de Roma y peregrinos únicamente a los de Compostela. 
Lo que en esta clasificación sorprende es la casualidad de que palmas y conchas – dos figuras emparentadas- sirvan de insignia casi común a los primeros y a los últimos, mientras los fieles encaminados a la ciudad de Pedro van como desnudos.

 Quiero decir: despojados de símbolos y, por ello, de antigüedad, de prestigio, de subconsciente, de vituallas sincretistas, de benevolencia por parte de Quienes moran en las alturas. Son los advenedizos del sacro deambular, los que carecen de meta y -en definitiva- de intención.
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La palma del palmero y la concha del peregrino repiten, floreándolo, poniéndole encarnadura, un símbolo aún más antiguo y universal: la pata de oca. En seguida haremos por desentrañarlo…
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Otros han visto en la vieira una imagen de los senderos del mundo convergiendo líricamente en el aleph de Compostela. Vale. Y vale también suponerla alegoría del bautismo, esto es, de evangelización.
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Falta un lugar en el tierra y un concepto en el mapa de las religiones o la filosofía al que no pueda llevarnos este yerto detritus empujado a las arenas por el vaivén del mar.

 Los budistas del Gran Vehículo incluyen la concha entre los ocho emblemas de la buena suerte y la interpretan como signo premonitorio de próximo viaje (no andan, pues, los bonzos tan divorciados de los jacobípetas). 

Eliade la entiende en relación con la luna y, por supuesto, con la mujer. Lo mismo hace Botticelli en el más famoso de sus cuadros.

 Scheneider la considera símbolo místico del bienestar de una generación conseguido a costa de la precedente. Es, también, vaso para apagar la sed y a ello atribuye Cirlot su popularidad entre los caminantes…
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La leyenda jacobea, tan hábil en buscarle a cada pieza una casilla, se apresuró a ubicar las vieiras en el seno de la santa madre iglesia e inventó una candorosa (y encantadora) fábula para justificar su terca presencia en el Camino:
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La barca del Apóstol, arrastrada desde los bajíos del Ulla hasta el grado de Iria Flavia, habría aparecido con el estrave imbricado de pechinas. 

Otra versión casi paralela, humaniza el suceso al añadir que dos caballeros se adentraron cortésmente en el río para empujar la embarcación y salieron de él como arrebujados en un manto de conchuelas. Ben trovato, vive Dios.
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Así, de reliquia en reliquia, subiéndose al pescante de la imaginación ajena y sin parar mientes en fetichismos ni cristianerías, los avispados de turno vieron el negocio, lo organizaron, lo acapararon, se instituyeron en gremio o mester y una vez más arrebañaron para el César lo que del César no era. 

El trapicheo empezó con la manufactura de conchas artificiales vaciadas en plomo que por simple contacto sanaban -es un decir- a los enfermos. Tal fue el origen de la venera de ley, respaldada por un sello de las autoridades y con garantía de fabricación in situ. O sea: en Compostela…

La concha, al evocar las aguas donde ella se forma, participa del simbolismo de la fecundidad propio del agua.
 Su dibujo y su profundidad de caracola recuerdan el órgano sexual femenino.

 Su contenido ocasional, la perla, ha suscitado quizás la leyenda del nacimiento de Afrodita, salida de una concha. Lo que confirmaría el sentido erótico del símbolo. 
Son innumerables las obras de arte, las Venus saliendo de las ondas, así como los cuadros de Boticelli o Tiziano que representan a a diosa del amor sosteniendo en la mano una concha o viajando <<sentada en un carro en forma de concha marina>> .
 En la China la concha es uno de los símbolos de la suerte y la prosperidad. También acompañaba a menudo a la efigie de los emperadores, para traerles suerte y sobre para manifestar que son ellos la suerte del Imperio Medio.
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Entre los aztecas (SOUM), Tecaciztecatl, el de la concha, es el dios de la Luna. Su símbolo, la concha marina, representa la matriz de la mujer y significa nacimiento, generación; la luna preside el nacimiento de la vegetación y de la vida en general. 

En la china se utilizaba una gran concha para obtener el agua de la luna, es decir el rocío celeste en tanto que elemento yin; el yang, el fuego, se obtenía del sol con la ayuda de un espejo metálico.

Pero la luna está ligada a la tierra en su misma esencia: es decir, al interior de la tierra, a las fuerzas ctónicas que se presentan frecuentemente en forma de una antigua divinidad luniterrena. 

Lo mismo se observa entre los mayas, para quienes la concha simboliza el mundo subterráneo y el reino de los muertos. La forma de una concha añadida al glifo solar significa el Sol Negro, es decir el sol en su función nocturna, cuando visita los mundos de abajo (THOT).

La concha está así ligada a la idea de la muerte, en el sentido de que la prosperidad que simboliza, para un persona o para una generación, procede de la muerte del ocupante primitivo de la concha, de la muerte de la generación precedente.

 En el paelolítico superior (edad del reno), las conchas marinas, que figuran entre los aderezos mortuorios, <<solidarizan al muerto con el principio cosmológico Luna-Agua-Mujer, lo regeneran y lo insertan en lo cósmico; presuponen también, a imagen de las fases de la luna, el nacimiento, la muerte y el renacimiento>

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En las islas del Pacífico occidental, B. Malinowski descubrió un singular comercio (kula) de conchas, que están trabajadas en forma de brazar (mwali) o enchiladas en collares (sulava).

 Este comercio al margen de otros intercambios, se asemeja más a una ceremonia ritual que a una transación lucrativa. Kula significa círculo, <<la misma palabra se aplica al viaje del alma de los muertos, que según tradiciones, van a la isla de Tuma, al noroeste de Boyuna: la patria…. de los mwali. 

Los mwali, amplios brazaletes tallados en la parte de una gran concha cónica, son tenidos por machos; viajan en la dirección del oeste y simbolizan la aventura humana cuyo término es la muerte.

 Los sulava, los largos collares de conchas rojas (tenidas por hembras) van del oeste al este; representan la impureza de la carne y la sangre catamenial, la encarnación, el descenso del alma a la materia, la fecundidad venida de los muertos.

Estos talismanes del mar provocan el intercambio de bienes, la alianza de los hombres, su unión en todas las formas.

La concha aparece bastante a menudo en los sueños, como una de las formas de la libido. <<La concha, que da nacimiento a Venus, es un símbolo típicamente femenino; desde un punto de vista realista, indica la forma del órgano sexual femenino y lo que puede nacer de él.

 El sueño, y también las asociaciones, no olvidan aludir al hecho de que la concha encierre algo delicado, que puede a su vez contener un objeto aún más precioso, la perla. El sueño que trata de una concha, tiene casi siempre un valor positivo>>
Cuando la concha evoca la ostra perlífera y la perla que ésta contiene se asocia con la oreja, a la cual se asemeja hasta el punto de que designamos con el nombre de concha la depresión más profunda del pabellón auricular.

Lo gracioso es que todavía en julio de 1207, y por medio de un documento titulado De adulterinis insigniis beati Jacobi, el poder temporal ordenaba a los obispos de España y Gascuña blandir penas de excomunión sobre las cabezas de cuantos por fe o comercio pusieran en peligro sus almas cosiendo a las esclavinas esas falsas insignias del Apóstol que suelen llamar conchas.

 Pero como Roma nunca ha escatimado rectificaciones, pocos años después -en el 1230 y a raíz de la concordia suscrita por los hombres de la vieira en presencia del arzobispo don Bernardo- se decidió que sólo podrían entrar en el mester quienes obtuvieran el fiat del Cabildo.
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En 1262, el papa Clemente IV, llegó al extremo de prohibir ex cathedra la adquisición de veneras fabricadas extramuros. En 1272 reiteró Gregorio X el entredicho… Ignoro si éste sigue en vigor. 

Históricamente el hábito del peregrino compostelano se completaba a su regreso: las conchas de vieira o “pecten jacobeus”, cosidas al saco, eran la señal de que había llevado a cabo su peregrinación.¿Por qué la concha de vieira y no otro objeto?

Una de las versiones se basa en un milagro, mediante el cual el Apóstol manifestó sus preferencias entre la abundante variedad de moluscos que la mar podía brindarle.


Es así que desde la Edad Media, la concha de vieira, se hizo uno de los símbolos de los peregrinos a Santiago de Compostela y, puesta en el pecho, se tomó como la marca inequívoca que permitía el acceso a los lugares de hospedaje.

Según otra versión, la concha de vieira significa protección y búsqueda de conocimiento y el peregrino debe devolverla al mar después de haber completado el camino, lo cual significa, para algunos, que la peregrinación llega a su término sólo cuando se arriba a Fisterra.

 Devolviendo la concha al mar agradecemos la protección recibida y reconocemos que el conocimiento adquirido no es sólo nuestro sino de todos, y a través de este gesto lo hacemos disponible a todo el mundo.

Con el milagro, el Apóstol redimió de significación pagana este sabroso molusco, y la multitud peregrina, eligiéndola por enseña, la bautizó y la sumó al mismo tiempo a la serie cristiana de temas decorativos y simbólicos. 


La concha está constituida por dos partes, una llana otra cóncava, y de forma simbólica pasa a representar los dos preceptos fundamentales de la caridad cristiana: Deum super omnia diligere et proximum suum sicut seipsum amare
(Elegir Dios por encima de todo y amar al prójimo como a si mismo). 

Y dado que la traza de las estrías hace que la superficie de la concha guarde una remota semejanza con los dedos humanos, y como los dedos son instrumentos de obrar, se quiso, al mismo tiempo, que a las anteriores significaciones se uniese la de la obra correcta y virtuosa.

La vieira es un símbolo de claro origen marinero, símbolo de prosperidad y suerte. Ya se utilizaba como amuleto en la época romana, o como decoración en las primeras iglesias coptas y hasta en los más antiguos sarcófagos paleocristianos, simbolizando en este caso la resurrección.

 Hacemos aquí un inciso por lo que concierne este último simbolismo. Distinguimos dos tipos de simbología: cuando la concha está boca arriba significa prosperidad y alimento, mientras cuando está boca abajo simboliza la muerte del ego y renacimiento, la renovación de un nuevo bautismo.

En resumen, desde la prehistoria, tenemos en la concha, un adorno y ofrenda mortuoria, a la vez que un amuleto, protector contra el mal de ojo, la magia negra y todo mal en general, todo esto mucho antes de ser usada como símbolo jacobeo en la Edad Media.

Actualmente se suele llevar la concha desde el comienzo del Camino como protección e identificación del peregrino que va a Santiago.






fuentes:‘Gargoris y Habidis’
(Una historia mágica de España)
Fernando Sánchez Dragó
Mitologia: simbologia de la  concha
‘Diccionario de Símbolos’
Juan ~ Eduardo Cirlot.

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